En los años 90, Colonia no era solo la capital queer de Alemania: era un salvavidas. Mientras Berlín tenía filo y Frankfurt brillo, Colonia tenía alma. Tenía comunidad. Tenía bares que se sentían como un segundo hogar. Y en el corazón del barrio gay de la ciudad estaba Lulu Bar — un lugar oscuro y sin pretensiones que no se preocupaba por quién eras en papel, sino por quién eras en la pista de baile.

Colonia Gay en los 90

La caída del Muro de Berlín en 1989 abrió Alemania al mundo, pero Colonia ya iba un paso por delante. Era conocida desde hacía tiempo como una de las ciudades más tolerantes del país. Eso significaba que la vida gay no estaba oculta: se vivía con orgullo. Schaafenstraße, Rudolfplatz y sus alrededores vibraban con bares queer, cafés, saunas, librerías y discotecas. El CSD (Christopher Street Day) anual crecía cada año, atrayendo a activistas, artistas, drag queens y fiesteros de toda Europa.

Pero bajo el brillo había dureza. El SIDA había dejado cicatrices profundas. El estigma persistía. Incluso en la Colonia liberal, había límites a cuán seguro o aceptado uno podía sentirse, especialmente fuera del barrio gay. Por eso, espacios como Lulu Bar eran vitales.

El Pulso del Lulu Bar

Lulu no era elegante. Ni lo intentaba. Con paredes rayadas, techos bajos y un cartel de neón parpadeante, parecía más un refugio punk que un bar de cócteles. Pero dentro, era pura electricidad. Atraía a una clientela fiel: hombres mayores, ravers jóvenes, personas trans, drags, almas perdidas y amantes del caos — todos apretados en un espacio sudoroso y lleno de humo donde la música nunca paraba ni tampoco el coqueteo.

Los DJs no eran famosos, pero tenían gusto — desde eurodance hasta house temprano y joyas ocultas de Prince. Los camareros sabían tu nombre. Los habituales te cuidaban. Y cualquier noche podía pasar algo tan salvaje que todos se reían sin parar.

Resistencia Queer, Alegría Queer

En los 90, los bares gays eran más que ocio nocturno — eran infraestructura. Antes de las apps o los derechos legales, eran donde encontrabas pareja, amigos, información y comunidad. Si eras nuevo en Colonia, encontrabas tu tribu en lugares como Lulu.

También había noches oscuras. Las redadas policiales aún ocurrían — menos, pero seguían. La homofobia seguía ahí. La respuesta de la escena LGBTQ+ de Colonia fue subir el volumen. Lulu Bar fue parte de esa resistencia — no con pancartas, sino con baile, drag y una negativa total a esconderse.

El Final

Como muchos espacios queer de esa época, Lulu Bar no sobrevivió más allá de los primeros años 2000. Las razones eran conocidas: alquileres altos, cambios de gusto, prohibición de fumar, citas online. Los clubes más grandes y modernos dominaron. Schaafenstraße se gentrificó. La energía cruda de los 90 dio paso a algo más pulido, más comercial.

Pero para quienes la vivieron, Lulu no era solo un bar. Era una cápsula del tiempo. Un recordatorio de cómo se ve la libertad queer cuando nace de la lucha y se alimenta de alegría pura y desordenada.

Recordando a Lulu

Colonia aún celebra uno de los Prides más grandes de Europa. Schaafenstraße sigue llena los fines de semana. Pero si le preguntas a alguien que estuvo allí por Lulu Bar, verás esa mirada — mitad sonrisa, mitad nostalgia. Te hablarán de círculos de baile a las 4 de la mañana, besos llenos de purpurina y noches que parecían eternas.

Lulu Bar ya no existe. Pero en el ADN queer de Colonia, su latido sigue — silencioso, desafiante, fabuloso.